A las 8:30 de la noche estábamos listos para salir, nos esperaban unas 9 horas de vuelo, entre Atlanta y Rió de Janeiro, nueve horas en las que intentaríamos dormir, ya que viajar en coach no es que sea muy cómodo que digamos.

Cuando dijeron que necesitaban voluntarios para irse en el puesto de la salida de emergencia me ofrecí de una, un poco mas de espacio para las piernas seria perfecto, llamaron a abordar la única cosa que no me gusto, es que me toco al lado del baño y tener la luz prendida toda la noche no me dejo dormir.

Yo no se por que las aerolíneas no piensan en la personas altas, pues yo no es que sea una vara pero es que las cobijas que dan en los aviones si que no sirven de a mucho, o la cobija me tapaba las piernas o el pecho pero los dos al tiempo no, y ponen ese aire a todo taco.

Casi a las 6 de la mañana, sirvieron el desayuno, lo que significaba que ya íbamos a llegar, solo faltaba una hora, para llegar a Rió, por la ventanilla el sol hacia una línea amarrilla, la cual empezaba a tornarse mas anaranjada, hasta que por fin salio el mono en todo su esplendor.

Cuando llegamos a Rió el clima no estaba bueno, la ciudad estaba nublada. En el aeropuerto tuvimos que esperar un par de horas para que nos recogiera el Shuttle que nos llevaría hasta el hotel.

El conductor nos acompaño a recoger nuestras maletas, al subirnos al bus nos dimos cuenta que solo íbamos los dos con el conductor, la oportunidad perfecta para que el nos hiciera un tour por la ciudad, mientras que manejábamos hasta la playa de Copacabana nuestro destino final.

Mientras que cruzábamos la ciudad, el nos mostraba los puntos importantes de la ciudad, donde estaban las fabelas, a que sitio meterse y a cual no, y después de 45 minutos de viaje por fin llegamos al hotel.

La playa de Copacabana se veía desde la ventana, una lluvia cubría la ciudad, así que decidimos dormir un poco antes de ir a almorzar.

Vista desde la habitación del Hotel

Ya como a las 6 de la tarde decidimos salir a caminar un poco, paramos en un restaurante comimos algo, pasando la calle esta el mar y hay algunas tienditas donde vendían cocos y cervezas, mientras que Katia se tomaba un agua de coco, hablábamos con algunas personas que estaban ahí, Katia les pregunto sobre como podíamos llegar al cristo, nos dijeron que caminaran una cuadra y media y que tomáramos un bus que nos dejaría en frente del cristo (las ventajas de hablar portugués) y entre pagar 150 reales y pagar dos reales por el pasaje del bus, pues decidimos que era mejor montar en bus y conocer un poco la ciudad.

En el día dos cuando abrimos los ojos, lo primero que hicimos fue correr, a la ventana a ver como estaba el clima, la mitad del cielo estaba nublado, pero tímidamente se estaba asomando el sol, así que los que se bañan y se arreglan, teníamos tiempo para desayunar y arrancar.

Tomamos el tren, durante el trayecto pudimos ver diferentes imagines de cuentos infantiles, a la mitad del trayecto paramos en una estación y allí se subieron cuatro músicos quienes empezaron a tocar música brasilera, y ahí si que me sentí en Brasil, seguimos nuestro trayecto amenizado por la samba